viernes, 31 de octubre de 2014

Sobre las ferias de ilustración.

Aunque las ferias de ilustración parezcan el festival del consumo y que si no tiene plata no puede ir, siempre puede ser todo lo contrario. Es la forma que usamos de autosustentar la producción de nuestros propios trabajos y masificar el acceso a ellos. Hay un gran trabajo de artesano detrás del libro objeto, fanzine o stiker que usted se lleva a casa, desde el boceto, dibujo a mano, hasta los arreglos de color en programas, las largas esperas en la imprenta y el armado de lo que finalmente usted tiene en sus manos en una bolsita. Los independientes no trabajamos con manitas de niños japoneses para producir nuestras obras, somos nosotros que después del trabajo normal, le dedicamos algunas horas extras a difundir nuestras ideas o formas de ilustrar el mundo, como una forma de dialogar con ustedes, los observadores. Así que cada vez que compre algo hecho por su propio autor, sea consciente del ser humano que lo produjo y que dedicó su tiempo para entregarle lo que usted tal vez se lleve. Cuando dicen que el problema de Chile es el poco respeto a las artes, artesanías, se refiere al problema central de la falta de conocimiento de los procesos de trabajo y la falta de educación sobre la valoración de los mismos. Es fácil ir al supermercado y comprar una manzana a 200 pesos, sin pensar que fue comprada a un agricultor que la vendió a 30 tras una larga espera y cuidados del fruto, tal vez, si se fuera consciente del proceso, se valoraría más la manzana, como lo hacen las personas que no consumen alimentos transgénicos: están siempre atentos a los procesos.
Cuando hablo de consciencia, me refiero a que se amplíe la mirada sobre el objeto o la obra, pensando que fue producida por un ser humano vivo y no una máquina. Si lo encuentra caro y no lo puede comprar, está en todo su derecho, pero tampoco la idea es desvalorizar -uno mismo- su propia obra. Por otra parte, prefiero las ferias pequeñas, porque las grandes nos deshumanizan, nos volvemos un puestito de ventas y ni ganas le dan al observador de quedarse un rato a preguntar, a saber sobre lo que se está llevando o a saber sobre sí mismo, a través de lo que ve del otro. A mi me gusta hablar, humanizar al que se lleva lo que yo hago, porque me permite ver qué mensaje transmiten mis manos.